Habitáculos orgánicos es un proyecto que imagina lo urbano como una compleja organización biológica. A partir del desarrollo de una serie de biointerfaces y una bioimpresora de agar papa dextrosa emerge una arquitectura orgánica para microorganismos. Su morfología edilicia, dinámica, sensible y efímera funciona como alimento y sedimento mutando constantemente en función del tejido íntimo de los procesos naturales de intercambio, crecimiento, muerte y descomposición.
Es en el ejercicio de la documentación del proceso de biogeneración, donde el “habitar” de infinidad de hongos y bacterias expresan la emergencia de nuevas estructuras y la posibilidad de imaginar nuevas relaciones con el territorio. Un momento de co-creación que desde una perspectiva biológica nos invita a repensar una posible utopía de vitalidad y agencia terrestre: las ciudades como un gran organismo vivo.
La utopía de un urbanismo biológico y orgánico
Imaginar nuevas formas de habitar y relacionarnos con el territorio, nos permite repensar los procesos de transformación y estructuración de los mismos. La posibilidad de pensar las ciudades como grandes y complejas comunidades biológicas centra las problemáticas de los crecimientos demográficos, las funcionalidades de los territorios, sus flujos y circulaciones, la infinidad de intercambios, transformaciones y desvanecimientos dados por los procesos del “habitar” un espacio en una temporalidad cíclica, dinámica, impredecible y efímera. Sin lugar a duda se expresan las aspiraciones individuales de manera colectiva, conformando un gran todo, donde el principio de crecimiento se despliega orgánicamente a modo raíces urbanas que conforman en su conjunción grandes y complejas estructuras y órganos en emergencia con todos los procesos y cambios territoriales.
Una posible ciudad orgánica es una utopía que hace presente y latente la vitalidad del territorio, tal como un gran órgano o sistema sensible, donde lo no permanente se vuelve impronta del proceso del habitar cuando se compagina con los ciclos de la naturaleza y el mundo ambiente. Tomando como referencia el manifiesto “Metabolismo: La propuesta de un nuevo urbanismo” imagina construyo un modelo también utópico donde el desarrollo urbano esta dictaminado por los procesos de nacimiento, crecimiento, metamorfosis y muerte. Lo resiliente de los territorios queda sujeto a las acciones de regeneración y destrucción de los componentes que lo conforman. Construir ciudades con habitáculos de origen orgánico activa la posibilidad imaginativa y utópica de un urbanismo que puede por si mismo cultivar vida, donde las paredes y los techos son alimento y sustento estructural, pero también vital. El espacio muta accionándose por las constantes transformaciones resultados de los procesos funcionales y vitales de sus habitantes.
Estos pequeños habitáculos orgánicos, recuerdan la utopía de aquellos arquitectos metabólicos que exploraban “a través de las diversas analogías biológicas, una voluntad de experimentación y exploración más que de simbiosis con el entorno”. Sin embargo mi búsqueda se expresa mediante un estudio pormenorizado de los comportamientos biológicos en su estado vital de crear con-, y de una manera más experimental que teórica conceptual. La analogía de -lo vivo- se vuelve el diseño y el establecimiento de las estrategias estructurales y de planificación de nuevos espacios de intimidad.
Así mismo, también se expresa una inquietud en los procesos industrializados de urbanización donde se hacen presentes nuevas maneras de entender y relacionar la tecnología y su avance con lo biológico y las expresiones propias de los territorios. Cuando la tecnología funciona como una extensión del crecimiento y la emergencia, necesariamente debe ser partícipe de las actuales y futuras transformaciones sociales, culturales y naturales de los territorios y sus habitantes. Por ello, la maquinaria, en este caso los dispositivos electrónicos y las tecnologías de bioimpresión 3D se modifican y se despliegan dentro de los tiempos, necesidades y avances de los procesos, los sistemas constructivos y el crecimiento de las formas vivas, al tiempo de hongos y bacterias ambientales. Es la industrialización de los sistemas y soportes constructivos lo que permite la combinación y unificación de los componentes para la creación de arquitecturas abiertas, sensibles y efímeras, en un modelo de velocidad de crecimiento biológico constante. No es otra cosa, más que la misma analogía biológica, cuando los procesos naturales rebasan la imposibilidad de lo perenne. Es en ese instante que las formas y estructuras nacen, mutan, metabolizan, respiran y mueren.
Nuevos territorios, nuevos habitantes
Algunos habitáculos orgánicos fueron habitados, cambiaron su forma, su color y su textura. Perdieron su humedad lentamente mientras esta esencia vital permitía el nacimiento de la vida. Otros, tal vez fueron comidos por los patos, ya que nunca volvieron a encontrarse en su lugar y cada día arribaban más aves al lugar. Unos cuantos otros dieron refugio a aquellos insectos, hongos y bacterias que vivían en un pequeño jardín. Y algunos más, posiblemente fueron arrastrados por la tempestuosa lluvia de verano hasta tal vez llegar al mar.
Cada uno sirvió como un minúsculo hogar. Al pasar los días, todo rastro de su existencia fue desvaneciéndose lentamente hasta ser consumidos, degradados y compostados por los mismos territorios. Sin embargo, aún se lograron encontrar algunos vestigios a modo de diminutos, duro y fríos cristales que guardan en su oscurecida textura y color la memoria de la vida que acogieron e hicieron proliferar alguna vez. Habitáculos para lo intangible de la vida.
Biogeneración y dispositivos de medición.